- Petrosian fue campeón mundial de ajedrez entre 1963 y 1969.
- Su estilo defensivo cambió la comprensión del ajedrez moderno.
- Su vida estuvo marcada por tragedias personales, resiliencia y brillantez intelectual.
- Es considerado un héroe nacional en Armenia e inspiración para futuras generaciones.
Hablar de Tigran Petrosian es adentrarse en la vida de un auténtico superviviente, un hombre que encontró en el ajedrez no solo una forma de expresión sino también un refugio, una salida y una identidad. Su historia, marcada por la tragedia personal, la superación y la genialidad sobre el tablero, le llevó a convertirse en uno de los campeones mundiales más reconocidos y respetados de todos los tiempos.
El ajedrez soviético tuvo a muchos jugadores brillantes, pero pocos tan enigmáticos y estudiados como Petrosian. Maestro de la defensa, pensador meticuloso y un ser humano humilde de orígenes muy duros, su estilo sinuoso y profiláctico acabó por revolucionar el pensamiento estratégico en este deporte. Este artículo explora a fondo su vida, su legado y por qué sigue siendo una figura clave del ajedrez del siglo XX.
Infancia marcada por las penurias y la guerra
Tigran Vartánovich Petrosian nació el 17 de junio de 1929 en Tiflis, Georgia, entonces parte de la República Federativa Socialista Soviética de Transcaucasia. Su familia, de origen armenio, vivía en condiciones de gran precariedad. Su padre, Vartan, conserje en una residencia de militares retirados, era analfabeto pero insistía en que sus hijos aprendieran y se formaran, viendo en la educación la única vía de escape a la miseria.
La tragedia golpeó duramente al pequeño Tigran cuando, a los 13 años, quedó huérfano de padre, madre y de su hermano mayor en un breve lapso a causa de la Segunda Guerra Mundial y la pobreza derivada del conflicto. Obligado a hacerse cargo de su hermana menor, comenzó a trabajar como barrendero en las frías calles de Tiflis para sobrevivir.
En esas condiciones tan extremas, comenzó a desarrollar los primeros síntomas de la sordera que lo acompañaría toda su vida. Enfermo y sin apenas comida, fue una tía quien le dio pan y cobijo cuando más lo necesitaba. En medio de ese entorno, encontró en el ajedrez una vía de escape que no solo lo mantendría firme, sino que lo elevaría al olimpo del deporte.
Primeros pasos en el ajedrez
El ajedrez no fue amor a primera vista para Petrosian, ya que al principio le intrigaba pero se sentía intimidado por su complejidad. Jugaba a las cartas y otros juegos con los ancianos de la residencia en la que vivía, pero el ajedrez, considerado casi sagrado, le costó más ganarse un lugar.
Con 13 años, apenas dos después de la tragedia familiar, venció a un profesional por primera vez. Consiguió hacerse con un ejemplar de «Mi Sistema» de Aron Nimzowitsch, utilizando su cartilla de racionamiento para comprar el libro en lugar de comida, lo que demuestra el grado de compromiso que tenía con el aprendizaje del juego. Leía el manual cada noche y lo colocaba bajo la almohada antes de dormir para retomar la lectura al despertar.
Su constancia pronto dio frutos: a los 17 años se proclamó campeón juvenil de la Unión Soviética. A los 20, se mudó a Moscú en busca de mejores rivales y mayores desafíos. A los 23, ya era Gran Maestro Internacional, y su ascenso parecía imparable.
Un estilo de juego único: la defensa como arte
Tigran Petrosian convirtió el juego defensivo en un arte. Su ajedrez era posicional, controlado, profiláctico… y tremendamente eficaz. Durante su carrera acumuló una cantidad sorprendentemente baja de derrotas: de las casi 2000 partidas documentadas, solo perdió 157.
Su habilidad para anticiparse a los riesgos lo convertía en una muralla infranqueable. Bobby Fischer, uno de los grandes genios del ajedrez, llegó a decir que Petrosian era «el hombre más difícil de vencer». Otros reconocían su capacidad para detectar amenazas hasta veinte movimientos por adelantado.
Garri Kaspárov, otro campeón mundial, también elogió su influencia. Recordaba que dos derrotas ante Petrosian lo hicieron comprender aspectos del juego que ignoraba. Para muchos, su estilo era como el de una pitón que asfixiaba lentamente a su presa, más que un tigre que se lanzaba al cuello del rival.
El camino hacia el título mundial
En 1962, Petrosian ganó el Torneo de Candidatos en Curazao, en una de las ediciones más comentadas de la historia, con participación de leyendas como Bobby Fischer, Mijaíl Tal y Viktor Korchnoi. La victoria fue disputada por posibles pactos entre jugadores soviéticos, pero no impidió que accediera a la final mundial.
En 1963 se enfrentó al poderoso Mijaíl Botvínnik, entonces campeón del mundo. Petrosian comenzó con mal pie, perdiendo la primera partida, pero luego se recompuso con una serie dominante. Ganó tres de las últimas cinco partidas y se coronó como el noveno campeón mundial, logrando que Botvínnik no volviera a intentar recuperarlo.
Su estilo de juego, conservador pero letalmente efectivo, probó ser ideal para defender el título. En 1966 logró retener su corona frente a Borís Spassky, otro fenómeno emergente que subestimó su capacidad táctica. Pero en 1969, ya con 40 años, perdió ante el mismo Spassky. Petrosian consideró aquel día como el verdadero comienzo de su declive.
El match contra Bobby Fischer y la etapa final
En 1971, Petrosian volvió al ciclo de candidatos. Avanzó con victorias sobre Robert Hübner y Viktor Korchnoi, plantándose en la final contra el imparable Bobby Fischer, quien venía de ganar por 6-0 sus dos matches anteriores.
Petrosian fue el primero en detenerlo. Aunque Fischer ganó el primer juego, el armenio le devolvió el golpe ganando la segunda partida y forzó varias tablas consecutivas. Sin embargo, la edad y el desgaste comenzaron a pesar. Fischer encontró la grieta y terminó ganando 6.5 – 2.5, un marcador que reflejó más la superioridad física que la cualitativa, ya que Petrosian plantó batalla como nadie.
Tras ese match, se retiró progresivamente del primer plano. Siguió siendo un jugador de referencia, mentor y colaborador en análisis y literatura ajedrecística, mientras su salud empezaba a deteriorarse.
Un campeón con carácter modesto y humano
Petrosian nunca se dejó cegar por el dinero o la fama. Prefería jugar menos torneos y vivir con comodidad. Llegó a decir que los ingresos de los torneos internacionales le bastaban para comprarse algunos lujos sin necesidad de sobrecargar su agenda. Además, tenía formación en filosofía y escribía con soltura, lo que le permitió colaborar con publicaciones especializadas del ajedrez soviético.
Su personalidad distinta se manifestaba incluso durante las partidas. Según testigos, podía apagar su audífono en medio de una partida para evitar distracciones, lo que llegó a generar situaciones curiosas, como cuando ofreció tablas que fueron rechazadas y posteriormente aceptadas, sin que él se enterase, acabando por ganar la partida.
Era un melómano, aficionado al esquí de fondo, al billar, al fútbol y al hockey sobre hielo. Seguía al Spartak de Moscú y a veces calculaba las tablas en los torneos para ver partidos importantes. A pesar de su perfil defensivo en el ajedrez, en su vida era una persona abierta y amable.
Legado e impacto en Armenia y el mundo
Tigran Petrosian falleció en 1984 víctima de cáncer, pero dejó una huella imborrable tanto en el ajedrez mundial como en la identidad nacional armenia. Fue un símbolo para su pueblo. En Armenia, lo veneran como héroe nacional, inspirando a nuevas generaciones que destacan internacionalmente, como Levon Aronian, Gabriel Sargissian o Hrant Melkumián.
En las olimpiadas de ajedrez, fue un pilar del equipo soviético, logrando nueve medallas de oro por equipos y seis individuales. Sus estadísticas son asombrosas: 78 victorias, 50 empates y apenas una derrota. Además, dejó una rica colección de partidas analizadas en sus propias palabras, lo que permite entender su pensamiento como ningún otro campeón.
Su legado como jugador impenetrable, estratega brillante y ser humano resiliente permanece vigente. Cada vez que se estudia una jugada profiláctica de calidad, cada vez que un jugador defiende con elegancia una posición aparentemente perdida, está presente la influencia de Petrosian, el inconformista callado, el Tigre de Acero del ajedrez mundial.
- Tigran Petrosian fue un prodigio del ajedrez defensivo y campeón mundial entre 1963 y 1969.
- Su vida estuvo marcada por la tragedia, el trabajo infantil y su sordera, pero también por la superación.
- Su estilo posicional, perfil bajo y capacidad táctica dejaron un legado imborrable y revolucionaron el ajedrez.