Emanuel Lasker: la mente brillante que reinventó el ajedrez moderno

  • Emanuel Lasker fue campeón mundial de ajedrez durante 27 años, el reinado más largo de la historia.
  • Además de ajedrecista, fue matemático, filósofo e inventor, con estudios profundos en varias disciplinas.
  • Su enfoque psicológico y estratégico cambió las reglas del juego y confundía incluso a sus rivales más preparados.
  • Tuvo una estrecha amistad con Albert Einstein, quien admiraba su intelecto y su visión filosófica del mundo.

Emanuel Lasker jugando ajedrez

Hablar de Emanuel Lasker es sumergirse en las profundidades de una mente privilegiada que trascendió el ajedrez para dejar su huella en la filosofía, las matemáticas y hasta en la política. Fue mucho más que un campeón del mundo: fue un pensador libre, un genio multitarea y una de las figuras más fascinantes del siglo XX.

Su histórico reinado como campeón mundial —el más largo registrado hasta hoy— no solo lo consolidó como uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos, sino que también lo convirtió en un referente del juego psicológico en el ajedrez. Sin embargo, detrás del tablero, Lasker era también un intelectual que mantenía largas conversaciones con Albert Einstein, escribía ensayos filosóficos y se interesaba por los problemas de su época. Lasker es considerado uno de los mejores jugadores de ajedrez de la historia.

Origen humilde y mente precoz

Emanuel Lasker nació el 24 de diciembre de 1868 en Berlinchen (actual Barlinek, Polonia), una pequeña localidad prusiana cerca de la frontera con Rusia. Creció en el seno de una familia judía modesta. Su padre, Adolf Lasker, era un cantante de sinagoga, mientras que su madre, Rosalie Israelssohn, era una mujer práctica y decidida. Desde muy pequeño, destacó por una inteligencia nada común, sobre todo en el campo de las matemáticas.

Cuando tenía once años, lo enviaron a Berlín para que viviera con su hermano Berthold y pudiera continuar con sus estudios. Fue precisamente Berthold quien le enseñó a jugar ajedrez mientras se recuperaba de un brote de sarampión. El ajedrez fue para él una enfermedad incurable desde entonces. A los dos años de iniciar su aprendizaje, logró vencer a su hermano, un ajedrecista experimentado. En esta etapa temprana, Lasker empezó a forjar su camino hacia el título de mejor ajedrecista.

Durante su juventud, Lasker solía frecuentar cafés como el Kaiserhof, donde se medía con los mejores jugadores locales. Poco a poco empezó a ganar reputación y dinero jugando partidas por apuestas. Pero nunca descuidó su formación académica: estudió Matemáticas y Filosofía en la universidad, disciplinas que marcaron su pensamiento y su particular forma de ver el ajedrez.

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Ascenso al trono del ajedrez mundial

En 1889, Lasker ganó su primer gran torneo en Berlín y luego triunfó en el Hauptturnier de Breslau, lo que le otorgó el título de Maestro en Alemania. Eso le permitió acceder a competiciones internacionales y viajar por Europa y América.

Una de sus partidas más recordadas fue en el torneo de Ámsterdam de ese mismo año, donde realizó el famoso “sacrificio de los dos alfiles” contra Johann Hermann Bauer. Esta táctica aparecería luego en multitud de manuales como ejemplo del juego creativo y audaz.

En 1894 desafió al campeón mundial Wilhem Steinitz, quien aceptó el reto sin dudar, fiel a su espíritu combativo. El enfrentamiento se celebró en tres ciudades: Nueva York, Filadelfia y Montreal. Tras empatar las primeras partidas, Lasker se impuso gracias a un feroz ataque en la séptima partida, que terminó hundiendo mentalmente a su rival. Esa victoria dio inicio a un reinado que se mantendría imbatible por 27 años.

El enfoque psicológico que desconcertó al mundo

Lasker revolucionó el ajedrez desde el punto de vista estratégico. Si bien su contemporáneo Steinitz había impuesto el ajedrez posicional, basado en la lógica y la acumulación de pequeñas ventajas, Lasker fue más allá. Su estilo era casi impredecible, adaptable y profundamente pragmático. No jugaba contra piezas, sino contra personas.

No juego con peones blancos o negros. Juego con seres humanos de carne y hueso”, solía decir. Su estrategia pasaba por incomodar al rival, sacarlo de su zona de confort, y llevarlo a terrenos tácticos confusos donde él se sentía cómodo. Su forma de jugar lo coloca entre los .

Este enfoque desconcertó a muchos. Algunos lo acusaban de emplear “juego psicológico” como si fuera una trampa. Incluso personajes como Siegbert Tarrasch, uno de sus más encarnizados críticos, no entendían sus métodos. De hecho, cuando ambos se enfrentaron por el campeonato, Lasker lo aplastó sin piedad.

Una vida llena de éxitos, libros… y exilios

Durante su extensa carrera como campeón, Lasker venció a figuras como Tarrasch, Marshall, Janowski y Chigorin. Incluso derrotó a Schlechter en un duelo épico en el que defendió su título en la última partida tras ir perdiendo.

Además de sus méritos deportivos, Lasker mejoró las condiciones económicas del ajedrez profesional. Batalló por premios dignos y por el reconocimiento del ajedrecista como profesional, algo que en su época no era común. Fue pionero en defender los derechos de autor de las partidas, y también en ver el juego como una forma de sustento.

El ajedrez no fue su única pasión. Se doctoró en matemáticas en 1902 y colaboró con artículos en revistas científicas como ‘Nature’. Formuló junto a Emmy Noether el teorema de Lasker-Noether, relevante en álgebra conmutativa. Su contribución a las matemáticas es un reflejo de su inteligencia multidimensional.

Relación con Einstein y visión del mundo

Albert Einstein fue uno de los grandes admiradores y amigos de Lasker. Mantuvo con él largas charlas sobre ciencia, ética y política. En el prefacio de una biografía póstuma del ajedrecista, Einstein escribió: “Pocas personas me impresionaron tanto por su originalidad e independencia de pensamiento”.

Sin embargo, la relación entre ambos tuvo sus momentos tensos, especialmente cuando Lasker criticó aspectos de la teoría de la relatividad. Lasker sostenía que la velocidad de la luz podía variar en el vacío, y lo expresó con ecuaciones propias. Aunque Einstein respondió señalando errores en el planteamiento, lo hizo con profundo respeto.

Ambos compartían valores humanistas. Lasker defendía una sociedad racional y pacífica. En su obra ‘La comunidad del futuro’ planteaba la necesidad de una humanidad guiada por el análisis y la colaboración, lejos de la violencia y el autoritarismo.

El ocaso del rey: exilio y últimos años

En 1921, después de 27 años como campeón del mundo, Lasker fue derrotado por José Raúl Capablanca, el brillante cubano que cambió para siempre la forma de entender el ajedrez. Aunque Lasker evitó enfrentarle durante años, finalmente aceptó por motivos económicos.

Tras perder el título, siguió compitiendo a nivel alto. En 1924 ganó el torneo de Nueva York, superando incluso al campeón vigente. En 1936, con 68 años, logró un meritorio rendimiento en Nottingham, empatando con Capablanca y Botvinnik, y venciendo a Reuben Fine.

Pero sus últimos años estuvieron marcados por la tragedia. El ascenso del nazismo forzó su huida de Alemania. Primero marchó a Londres, luego a la URSS, y después se instaló en Nueva York con su esposa Martha, también enferma. Vivieron con escasos recursos, dependiendo a veces de exhibiciones de ajedrez y lecciones para subsistir.

El 11 de enero de 1941, Lasker falleció en Nueva York. Según su esposa, sus últimas palabras fueron “Rey del ajedrez”.

El legado de un adelantado a su tiempo

Durante décadas, muchos expertos minimizaron el legado deportivo de Lasker, acusándolo de un estilo poco ortodoxo o injusto. Sin embargo, los análisis modernos, gracias a los motores de ajedrez, han demostrado la exactitud y profundidad de sus jugadas, incluso aquellas que parecían ilógicas para sus contemporáneos.

Su ajedrez no era confuso, sino que estaba adaptado a cada situación con brillantez. Lasker pensaba con libertad, sin las limitaciones de los dogmas estratégicos de su época. Por eso, es considerado hoy un pionero del enfoque dinámico y pragmático que predomina en el ajedrez actual.

Fue también una figura sujeta al olvido de su tiempo. Nunca alcanzó reconocimiento social ni estabilidad económica, pese a ser uno de los grandes campeones. Tampoco contó con el carisma de Fischer o el respaldo estatal de los soviéticos. Y aún así, dejó un legado que las máquinas y los historiadores han rescatado con justicia.

El impacto de Emanuel Lasker en el ajedrez no se limita a su inigualable reinado como campeón. Su visión innovadora, su capacidad para adaptarse, su pensamiento independiente y su lucha por la profesionalización del ajedrez lo convierten en una figura irrepetible. Fue un adelantado a su tiempo, alguien que entendió el juego desde una perspectiva más humana, más intelectual y profundamente estratégica. Su legado sigue vivo en cada partida donde el pensamiento crítico y la psicología se imponen a la simple repetición de patrones.

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